¿Qué es el duelo?

El duelo es el proceso normal que sigue a la pérdida de lo inmensamente querido. (Carlos Bianchi).

Por tanto, el duelo no es una enfermedad, es un periodo de tiempo que permite restablecer el equilibrio personal y familiar tras la muerte de un ser querido y aunque es algo natural, puede suponer un gran dolor y una fuerte crisis existencial.

Estamos acostumbrados a escuchar que el duelo tiene una duración y unas fases determinadas, eso es cierto, pero sabemos por experiencia que cada persona tiene su propio tiempo y ritmo y que el duelo es un camino desconcertante, con subidas y bajadas, con pasos hacia atrás y hacia delante que nos pueden confundir y hacer sentir que no avanzamos.

Todo esto es normal y la pena, la rabia, la impotencia, la desesperación, la añoranza… forman parte de este proceso, pero el duelo no es un callejón sin salida, es una travesía por el desierto desde donde se puede salir de nuevo a la vida cambiados y fortalecidas.

El duelo es además un proceso activo, es decir, que no podemos confiarle solo al tiempo la resolución de nuestro dolor, sino que es importante lo que hacemos durante ese tiempo.

“Solo las personas que son capaces de amar intensamente pueden también sufrir un gran dolor, pero esta misma capacidad de amar sirve para equilibrar su dolor y curarles”

León Tolstoi

¿Qué es un grupo de duelo?

Es un grupo donde se reúnen personas que sufren la pérdida de un ser querido.

Cada una puede expresar sus sentimientos, vivencias y emociones y exteriorizar todo aquello que le pasa en un espacio íntimo y confidencial. El grupo es un lugar de acogida incondicional, respeto y ausencia de juicios, que permite al dolor salir e ir transformándose poco a poco. Se trata en definitiva de estar, escuchar, expresar, compartir y que la vida fluya y sane.

Al compartir, podemos sentir que no estamos solos, que somos escuchadas y comprendidos ya que todas las personas estamos pasando por la misma situación, aunque, es cierto, cada cual vive su dolor de manera única e incomparable. Sentimos también que todo lo que nos pasa es normal, que a otras también les sucede y eso nos ayuda.

En el grupo comprobamos que al recorrer este camino, “juntos y juntas es mejor”.

A través del trabajo grupal, cada persona a su ritmo, realiza un proceso de transformación del sufrimiento en aceptación, haciendo posible la integración profunda del ser querido en nuestra vida.

“La vida puede convertirse en una experiencia transformadora cuando no evitamos el sufrimiento. Al aprender a ponerle nombre a nuestro dolor y compartirlo con los demás, el duelo deja de ser un obstáculo para la vida para convertirse en una experiencia que hace que esta pueda circular con más intensidad”

Alba Payàs